La huelga que inmortalizo la lucha de las
fosforeras
Por. Juan José Alarcon
Los mismos adoquines de la Av
Pavon, quizás algunas ruinas de las fabricas de entonces, la misma llovizna, la
misma bruma del riachuelo, el mismo clamor y el mismo perfume a mujer: pero en
otro tiempo, en otro espacio, no tan lejano aunque parezca una foto color
sepia, de aquellas mujeres que en 1906 se les plantaron a la patronal de la
Compañía General de fósforos, ya nadie recuerda, quedaron sus fantasmas,
vagando por las calles de Avellaneda, soñando con un presente digno y un mañana
mejor , mujeres que dejaron sus pulmones, envejeciendo rápido , amamantando,
cociendo y cocinando para llegar a fin de mes y luchando, siempre luchando.
Aquella tremenda huelga de 1906,
marco el camino a otras grandes conquistas, pero que tardaron muchísimos años
en reivindicarlas, muchas de esas trabajadoras ni llegaron al 17 de octubre y
las que pudieron ver ese amanecer obrero y al coronel que trajo la justicia
social, las que pudieron llegar, apenas podían moverse por el desgaste de sus
cuerpos.
Les decían las fosforeritas también
las cerilleras bautizadas así por la gran colonia de españoles que por esos
años poblaban Buenos Aires.
“Obreritas de mi pueblo,/ tan alegres,
tan limpitas,/ que encontré en las mañanitas/ cuando el sol iba a llegar./ Hoy
las miro con respeto/ y bendigo vuestras manos/ que era el pan de tus hermanos/
y alegría de un hogar”.
Un viejo libro anarquista, perdido en alguna biblioteca
empolvada por los años, nos recuerda que: Hacia 1910, más del 20% de las
mujeres activas en nuestro país, tenía un trabajo remunerado.
En Buenos Aires, si bien una gran cantidad realizaba trabajo
a domicilio, una parte trabajaba en fábricas y talleres, particularmente en
textiles, alimentación, cigarreras, y fosforeras.
Las organizaciones presentes en el movimiento obrero
desplegaron esos años un trabajo entre las mujeres trabajadoras, con
publicaciones, entidades como la Unión Gremial Femenina (socialistas) y el
Centro Anarquista Femenino.
ESTALLO LA HUELGA
En 1906, estalló una lucha protagonizada por las obreras de
la Compañía General de Fósforos, que arrancó en Barracas y se extendió a
Avellaneda y Paraná: la huelga de las fosforeras.
Participaron cerca de 1.300 mujeres. Reclamaban aumento general
de salarios y condiciones dignas de trabajo.
En esas fábricas, donde además trabajaban muchos menores,
las jornadas eran interminables, y se respiraban las venenosas emanaciones de
fósforo, muy dañinas para las vías respiratorias, la piel, la vista, etc.
El conflicto duró cinco meses, y logró la solidaridad de una
parte importante del movimiento obrero.
La UGT, por ejemplo,
declaró el boicot a los productos de dicha fábrica, en apoyo a las huelguistas.
La patronal, en su afán de quebrar la huelga, obtuvo la
exoneración de los derechos aduaneros para ejercer libremente la importación de
fósforos.
Promediando la huelga, varias mujeres fueron detenidas
y en un acto en solidaridad con la
huelga, la zona de Barracas y Avellaneda se conmovió, y se realizó una gran
marcha para exigir la libertad de las presas.
La prensa del poder las desprecio
Como no podía ser de otra manera, los medios de prensa de
las clases dominantes dijeron que la lucha era “un pésimo ejemplo para las
mujeres argentinas y sus familias, en tanto que las organizaciones obreras
saludan el ingreso de las trabajadoras fosforeras para conquistar una vida
digna, libre y sin miseria”.
Efectivamente, en 1909 se conformó la Asociación de
Fosforeras.
Este episodio muestra
la irrupción de las “fabriqueras”, como se las denominó despectivamente, cuya
presencia iba a ser cada vez mayor, pese a la resistencia incluso de sus
compañeros varones en gremios y organizaciones.
Hasta Gardel les canto
Las obreras del
fósforo quedaron en la historia de nuestra música con el tango “Fosforerita”,
(1926) de Bartolomé Chapela y Amaro Giura, que entre sus estrofas, decía:
“Obreritas de mi pueblo,/ tan alegres, tan limpitas,/ que encontré en las
mañanitas/ cuando el sol iba a llegar./ Hoy las miro con respeto/ y bendigo
vuestras manos/ que era el pan de tus hermanos/ y alegría de un hogar”, tango
que fue interpretado por Carlos Gardel y Azucena Maizani .
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