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viernes, 18 de diciembre de 2020

EL ARDITI QUE VIVIÓ EN JOSÉ MÁRMOL

EL ARDITI  ITALIANO QUE VIVIÓ EN JOSÉ MÁRMOL

Por: Juan José Alarcón

 


Cuando somos jóvenes, difícilmente nos detenernos a escuchar historias viejas, narradas, por personas que apenas podemos entender, esa pasión de sentirse inmortal, potentes y con la idea fija que la ancianidad es un camino demasiado lejos para llegar a comprender es casi una ley.

 Con mis apenas 18 años recién cumplidos, solía bajarme del tren luciendo con orgullo mi uniforme de salida del regimiento 7 de infantería, marchando gallardo por las calles de José Mármol, mi pueblo natal, por entonces corria el año 1980.

Mi  barrio, plagado de familias italianas, vecinos excelentes que casi nos conocíamos todos aun sin saber el nombre nos saludábamos con un “buen día vecino!!!”…pero dije casi por que a pesar de que de chico yo saludaba a un abuelo del barrio que todas las tardes se sentaba con su bastón a mirar pasar la vida.

Yo solo sabía que se llamaba Franccesco, calabres de nacimiento y que por su porte debería rondar los ochenta y pico largos, apenas le entendía por que casi no hablaba español, no así su esposa, divina viejita siempre con una sonrisa y dispuesta al dialogo, una familia bien italiana y generosa, lo digo por que siempre que pasaba, Don Franccesco y su señora me daban charla y el me tocaba el hombro, me decía cosas que aun hoy nunca entendí y con una fuerte palmada en la espalda me despedía .

 Hasta que un día Don Franccesco apareció en el umbral de su casa, con un birrete algo extraño, diferente, mas grande que el que usaba yo y con una simbología, como una calavera, creo, pase lo salude como siempre, con la diferencia que el se cuadro y me hizo la venia, Bon giorno soltato, creo que me dijo buen día soldado en su dialecto.

Ahora empezaba a entender de quien estaba en frente mío no era un simple inmigrante italiano, por eso la mire a Doña María que así se llamaba su esposa, ella me hizo un gesto con la cara como diciéndome , ahora te diste cuenta nene?.

Como siempre fui curioso, no me quede con esa imagen y al otro día, le pregunte a Franccesco, usted fue soldado y condecorado ? el calabres solo hizo un gesto risueño y nada mas , obviamente que seguía intrigado, hasta que Doña María me lo dijo, mi marido fue un Arditi en la primera guerra mundial y que el ojo que le faltaba lo perdió en la segunda guerra, después vinieron a la Argentina.

Arditi, que palabra tan rara, siempre me sonó y guarde esa duda por años, tampoco me esmeraba en saber, creía que era un rango más de soldado en Italia y ahí quedo….

Pasaron los años, la vida me llevo por otros lugares  y cuando intente recobrar mi pasado feliz en José Mármol, me entere que el matrimonio italiano que tan cómodo me hacia sentir , ya no estaban mas, primero se fue Don Franccesco y después lo siguió su amada María, cosas que pasan es la ley de la vida, intentaba autoconsolarme, solo me reconoció su cuñado otro italiano que se sumaba a las charlas, Franccesco siempre te recordaba y pensaba que un día volverías, me dijo,  basto esto para demolerme y a mi que no me cuesta mucho llorar , me aflojo el alma .

Con los años y con la llegada de la Internet, me entere que Don Francesco no era un inmigrante más, sino que fue parte de la Élite de la élite de la Primera Guerra Mundial, los Arditi se ganaron un lugar de privilegio en la historia militar.

Un orgullo veterano Arditi


 Los Arditi eran especiales en muchos niveles. No pertenecían a ninguna división de infantería, siendo considerados un brazo separado. Su uniforme era personalizado, usaban armaduras, la comida era mejor y también sus permisos. Pero debemos tener en cuenta también que las acciones de estos hombres estaban por encima de cualquier otra: eran gladiadores, maestros en el combate cuerpo a cuerpo y absolutamente temerarios.

Y cuando escriba la historia de mi vida, lo voy a gritar con orgullo, yo conocí un Arditi, bravos guerreros casi medievales que usaban armadura y escudo con apenas un puñal al que amaban.

Su lema era "O la Vittoria, O Tutti Accoppati" (O ganamos, o todos morimos). Estuvieron involucrados en las misiones más peligrosas que uno pueda imaginar, a menudo consideradas suicidas. Mientras las posiciones enemigas eran bombardeadas por la artillería italiana, los Arditi iniciaban su ataque, acercándose a las líneas enemigas para infiltrarse en las trincheras una vez que el fuego de las baterías cesara. La táctica de sorprender al enemigo a través de ataques directos y sorpresivos) resultó ser muy efectiva.

La mayoría de los Arditi no usaba rifles. Teniendo en cuenta que su objetivo era infiltrarse en las trincheras enemigas y “limpiarlas” prácticamente combatiendo cuerpo a cuerpo, un rifle era engorroso. Por lo general, lanzaban sus ataques armados solo con una daga y una bolsa con granadas.

Esa daga se convirtió en la marca registrada de los Arditi y luego de las unidades especiales italianas. Una unidad estaba formada generalmente por 13 oficiales y 400 soldados, todos voluntarios. En enero de 1920 se disolvieron las unidades Arditi.

Cuando me enteré de todo esto, se me formaba una sonrisa en el alma, viejito tremendo, que bravo fuiste, aun lo veo, parado firme con su ojo tapado e intentando decir cosas que nunca pude comprender, viejas hazañas que quedarán perdidas en el tiempo, tantas que aun a 40 años nunca supe su apellido, solo que se llamaba Franccesco, fue un guerrero de armadura y vivió sus últimos años en mi mismo barrio, de José Mármol.



Reunión del cuerpo de Arditis después de la batalla , foto museo del Friuli