RELACIONES CARNALES
CON LOS RUSOS
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ulián Domínguez se reunió con autoridades de la Cámara de
Diputados de Rusia (conocida como Duma) y lo sorprendieron con una invitación:
Quería recibirlo el canciller Sergei Lavrov, un mítico ex diplomático de la
Unión Soviética artífice de la vuelta de su país al centro de la escena mundial.
Domínguez había llegado como parte del III foro
parlamentario, junto a un contingente de la oposición y legisladores de más de
70 países de África, Asia, Europa y América.
Lavrov estaba interesado en hablar sobre la provisión de
Argentina de alimentos, un tema sobre el que Rusia está interesada en
reencauzar la deteriorada relación comercial en esa área –por la errática
política agropecuaria del kirchnerismo que cerró mercados-.
El interés del canciller ruso en revitalizar vínculos
responde a una particular coincidencia geopolítica, aunque por razones muy
distintas. Rusia transita el período de tensión más alto desde la Guerra Fría
con Estados Unidos y Europa por su incursión en Ucrania.
Cristina para la olla de los rusos a cambio
de protección
En su pelea con las potencias occidentales, Putín busca
apalancarse en las nuevas potencias emergentes, nucleadas en el acrónimo BRICS
(Rusia, Brasil, India, China y Sudáfrica). La idea es sumar a la Argentina a
ese conglomerado, para cerrar la “ecuación alimentaria”
Fue Putin quien invitó a Cristina a la reunión que tendrán
el 15 de julio en Fortaleza, lo que disparó la posibilidad de fundar el BRICSA.
Y hoy mismo confirmó que aprovechará su viaje a Brasil, para visitar Buenos
Aires.
"Argentina es uno de nuestros
socios clave en América latina", afirmó al recibir las
cartas credenciales del nuevo embajador argentino, Pablo Anselmo Tettamanti.
Declaraciones que fueron prolijamente amplificadas por los medios estatales.
Cristina parece entusiasmada con esta alianza, aunque se
tropieza con la histórica cautela de los rusos a la hora de definir ayudas
concretas. En diciembre Cristina envió una delegación a Moscú y China a sondear
posibles inversiones en el país y acuerdos tipo swap que permitieran frenar la
caída de reservas. No lo logró y no tuvo más opción que devaluar.
Ahora con la Argentina cerca de quedar fuera del sistema
financiero internacional, se habla de un nuevo acuerdo marco en el que Putín
hará hincapié en el potencial de alimentos de Argentina. Rusia sufrió los
vaivenes del kirchnerismo: En 2006 fue uno de los más perjudicados por la
suspensión de las exportaciones de carne.
En ese momento eran uno de los principales compradores de
vacas de alto peso, que dan una carne magra y despreciada en el país. El
presidente ruso quiere garantizarse esta vez que los compromisos que se firmen,
se cumplan.
Mientras que Argentina está ingresando en una situación de
conflicto con Estados Unidos por la decisión de la justicia norteamericana de
respaldar a los fondos buitres en el juicio contra el país; situación que
Cristina Kirchner vive como un ataque directo del sistema de poder
norteamericano que ponen a la Argentina ante el riesgo de enfrentar un nuevo
default.
Para confirmar esto último, en la reunión con Julian
Domínguez, el canciller ruso se encargo de apoyar a la Argentina explícitamente
en su pelea con los holdouts y en sus reclamos por la soberanía de las Islas
Malvinas.
De hecho, al inicio de la crisis de Ucrania Cristina utilizó
el caso de Malvinas para denunciar el “doble estándar” de las potencias
occidentales que justifican las intervenciones militares en el extranjero
propias y condenan las ajenas. Un tema que Putin se encargó de agradecerle con
un llamado telefónico.
La relación con Rusia que naturalmente es complementaria
desde la económico –Rusia tiene vastos recursos energéticos y necesita
alimentos-, ingresa ahora en una zona de sintonía política. En otros tramos de
la historia argentina, como durante la dictadura militar, la economía se
imponía a la tensión geoestratégica para acercar a ambos países. Ahora con
Cristina, la sintonía empieza a ser más profunda.
Se trata además de un movimiento más amplio de Rusia, que
busca retomar su influencia en Latinoamérica, gracias a la buena sintonía que
tejió con gobiernos como el de Cristina, Nicolás Maduro, Evo Morales y Rafael Correa,
que por distintos motivos mantienen una relación de tensión con Estados Unidos.
El viaje de Julián Domínguez es acaso el más importante de
los que protagonizaron funcionarios argentinos, pero no el único. Hace poco el
ministro de Planificación estuvo en Moscú encabezando una importante
delegación, enfocada en los temas energéticos.
En este caso, Domínguez pudo hacer valer sus conocimientos
del área que le importa a los rusos, por su condición de ex ministro de
Agricultura.
El peligroso Dr “NO” posa sus garras en la
Argentina
El respaldo de Lavrov no fue un apoyo más para
Cristina. El canciller ruso es considerado por los principales centros de
pensamiento estratégico de Estados Unidos como el verdadero artífice del
resurgimiento de Rusia como potencia planetaria.
Y lo hizo en base a una estrategia implementada de
manera implacable desde que tomó las riendas de la política exterior rusa en
2004. Su manera de reposicionar a Rusia en el mapa del poder mundial fue
sencilla: Se opuso a todas las iniciativas internacionales importantes de
Estados Unidos e Inglaterra, lo que le valió el apodo de “Minister No”.
Sus negativas fueron una constante en el Consejo de
Seguridad de la ONU, donde Rusia es uno de los cinco miembros permanentes. Fue
quien bloqueó los planes de ataque al régimen sirio de los Assad, iniciativas
similares contra Irán e impuso los tiempos de la disputa entre su país y
Ucrania.
Logró ser una pesadilla para sus colegas: el
secretario de Estado John Kerry vio caer una y otra vez sus iniciativas. Al
canciller británico David Miliband no le fue mejor: en 2008 el periódico The
Daily Mail reveló los insultos de Lavrov ante un intento de presión de su par
británico.
El recorrido político de Lavrov empezó en plena guerra
fría. Forjado como Putin en la más dura escuela del comunismo soviético, hijo
de un armenio, fue escalando posiciones en el aparato diplomático de la
nomeklatura alcanzando a principios de los 80 la Representación permanente de
la URSS en la ONU. Esos años le sirvieron para conocer el organismo que hoy
hace bailar a su ritmo.
Putin lo llamó en 2004 y juntos iniciaron un camino
que llevaría a Rusia a recuperar el rol internacional que perdió tras la caída
del Muro de Berlin.
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