Escandalo en
puerta
La supuesta libertad de expresión que entiende Luis
D´Elia, se llama $18000
Mientras que lo que ayer era blanco, hoy es negro para el discurso
nacional y popular (subsidios y petroleras, en primer lugar, manejo de la Policía Federal ,
con el caso Martins en el tapete que desnuda la corruptela de la fuerza de
seguridad manejada durante el kirchnerismo), el periodismo argentino sigue sin
resolver su problema de falta de credibilidad ante la sociedad en general.
En el Twitter del ex piquetero
y docente, Luis D´Elia, alguien lo
tildó de ladrón. El dirigente social devenido en conductor radial en las
mañanas de la radio ultraoficialista Cooperativa,
contestó que obtiene 18.200 pesos de ingresos mensuales, 15 mil por su contrato
que percibe de la emisora manejaba por Adrián
Amodio, monto inferior —según sus propias palabras— que el tanguero Bocacci y el histórico Riverito, el hombre del ochoooo y de
Lotería Nacional.
La supuesta noticia
repercutió en los principales medios de comunicación y se comentó en redes
sociales.
Los defensores de Luis D´Elia
no se preguntaron si era cierta la afirmación del líder social que, dice ser
escuchado por más de 300 mil argentinos todas las mañanas, ubicándolo en el
cuarto lugar detrás de las radios líderes (AM 710, Mitre y Continental), sino
que exigieron que Alfredo Leuco, Nelson Castro, Jorge Lanata, “la corpo” en
general, también sincerara sus ingresos reales. Pero, ¿cómo una radio que, como
su nombre lo indica, se trata de una cooperativa y que, efectivamente, está
intentando blanquear su lugar en el dial, intentando formar parte de ese
supuesto 33% del espectro que le correspondería a asociaciones civiles sin
fines de lucro, cooperativas y pueblos originarios —según la Ley de servicios de
comunicación aprobada en el 2009— le paga un sueldo de 15 mil pesos a un
conductor y otros, aún superiores, a dos colegas? ¿Dónde quedaría ese llamado
cooperativismo? ¿El programa de Luis D´Elia recibe pauta oficial?
Según los registros oficiales
de Jefatura de Gabinete, que datan del primer semestre del 2010 —seguramente
por el cambio de autoridades los datos no fueron actualizados desde hace más de
19 meses— no figura ni el maestro D´Elia ni su coequiper, ni mucho menos la
emisora en cuestión. ¿De dónde sacaría ese dinero una emisora que prácticamente
no tiene publicidad privada en su programación excepto un medio gráfico de poca
monta y la agencia estatal de noticias, Télam?
Este redactor, intentó
comunicarse con el propio D´Elia, pero no respondió a los llamados.
Es correcto el sinceramiento
de D´Elia, sin embargo, por el conocimiento que tiene quien escribe estas
líneas al haber sido parte de la programación de esa radio durante 13 meses
—desde febrero del 2010 a
marzo del 2011— no es cierto.
Cada responsable de un programa, una práctica
habitual en el 99 de las radios argentinas, firma un contrato por el cual
compra su espacio recuperando ese dinero a través de los ingresos
publicitarios. El costo de una tira en el horario de la mañana puede ir de los 15.000 a los 100.000
pesos, según la emisora. En otros horarios, el costo disminuye y se negocia
según las conveniencias económicas, ideológicas o de gustos del responsable del
medio.
En ese sentido, sí puede ser
cierto que el conductor obtenga, en concepto de publicidad, canje en pauta
oficial u algún otro concepto ese monto de dinero, pero la emisora, hasta marzo
del 2011 y, según la información recogida a través de fuentes internas de la
radio, ningún programa recibe dinero para producción, ni a ningún conductor se
le paga un sueldo.
El manejo de la plata en un
medio de comunicación es algo delicado en donde abundan los grises. El
financiamiento del periodismo sigue siendo un tema en donde predomina el
cinismo y el doble discurso. El nivel de vida de algunos pocos afortunados
periodistas y empresarios de los medios, es sorprendente, y solo se comprueba
con observar las fotos de la última edición de la revista Noticias.
En los noventa, se hablaba
del “periodismo del sobre” cuando formadores de opinión y comunicadores recibían
jugosos sueldos en negro a través de la ex SIDE. Hoy se podría hablar de
“favores”, “retribuciones”, “obsequios” y hasta “dádivas”, en que un periodista
recibe por invitar a tal o cual político y/o funcionario y “promocionarlo”.
Es algo habitual entre intendencias de poca o mucha monta
que publicita a sus líderes a través de las llamadas “publinotas”. Los
reportajes pautados, lamentablemente, son cada vez más habituales y muchos
colegas ya no distinguen que esa práctica va a contramano de la profesión, entendida
como tal.
Sus maestros la ejercen,
ofrecen un combo, como describe Luis Majul a los programas radiales de Víctor
Hugo Morales, en donde recorre pueblos ensalzando a sus gobernantes mientras
recibe hospedaje, comida gratuita y cobra un caché.
La cooptación simbólica también es peligrosa y
se ejercita en los tiempos actuales como nunca antes cuando pseudosperiodistas
hacen fila para destruir al “monopolio”, hacen buena letra con las directivas
que les bajan, obviamente, desde “arriba” y son premiados con invitaciones a
programas como 678 o hasta a integrar el panel.
Este periodista conoce el
caso de un informador de Tiempo Argentino que, en vez de llamar a las fuentes y
a los involucrados, cada vez que firma una nota, llama a su contacto en el
gobierno que le “marca el rumbo”. No es una excepción. Es una regla cada vez
más larga.
En todos lados hay
mercenarios, acomodaticios y perversos. En los medios, y entre los periodistas,
también. En este momento de la historia de esta bendita profesión, en que desde
un gobierno se baja la infantil teoría de que los periodistas seríamos
cagatintas y que lo que menos nos importaría es contar la verdad, aunque sea
nuestra humilde y bienintencionada verdad, estos personajes afloran de los
lugares más inverosímiles.
En la radio en cuestión —una
emisora que no tuvo problemas en voltear la antena de AM Amplitud y al
conductor D´Elia no le pareció raro ni dijo nada al respecto— su director
alguna vez le dijo a quien escribe que “con poder haría muchas más maldades”.
Es el mismo “empresario” que afirma que “lo que importa es que entre guita y si
nos pone la torta Chávez o Correa hablamos bien de Chávez o Correa y si la Iglesia nos dice que tal
tema no se toca, no se toca”, y del que algunos prefieren acompañar y no les
preocupa ocuparse de esas “pequeñas” diferencias que puede encerrar un hecho
como el antes mencionado que atenta contra la libertad de expresión. Otros, en
cambio, somos echados como perros por creer que esta boca es nuestra y no
estará a la venta jamás.
Jorge Lanata, hace poco
afirmó que si el Gobierno va a distribuir el papel de diario como lo hace
actualmente con la publicidad oficial, estamos en problemas. Es así. Para el
ciudadano común, tal vez, se trate de una sandez pero, lo cierto es que, cada
vez existen menos medios en donde uno puede expresarse con una supuesta plena
libertad. La libertad absoluta nunca es tal pues siempre exista un grado de
autocensura que, tal vez, sea la peor de las censuras, la de los cobardes y la
de los mediocres. Esa misma censura que niegan los cínicos; su condición no les
permite el calificativo. Mucho menos la sinceridad.
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