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sábado, 7 de abril de 2012


Lo que el tornado nos dejo
Saqueos, represión y censura informativa

Relato de una crónica dura y visceral por el periodista Ruben Matos

Una historia puede tener mil comienzos y mil finales. Es probable que todas las historias lo tengan. Cada quien opta por qué y cómo mirar. Está historia es, sobre todo, una contada a oscuras.


 El reloj en la pared indica las cinco y media del viernes 6 de abril. Un mensaje de texto me dice que en Merlo, provincia de Buenos Aires, estarían reprimiendo a manifestantes que cortaban la Vía de los Patitos de esa localidad, en reclamo por los servicios básicos interrumpidos después del tornado que vivió toda la zona. Llamo, nadie contesta, se acaban las baterías de los teléfonos y no hay pilas para radios. Se trafican velas y agua mineral.
En principio, la manifestación que se quiso iniciar en Merlo fue interceptada por la Guardia de Infantería de la Policía Bonaerense a la altura del barrio Los Patitos, frente a la planta de Massalin Particulares. Allí, “la policía usó gases, bastones y hasta balas de goma”, me cuentan. El corte de vías de la línea Sarmiento en la entrada del barrio Pompeya —uno de los más afectados de acuerdo a la precariedad de muchas de las casas de la zona— ocasionó más incidentes que quisieron silenciarse y de los que se abren enormes sospechas en torno a "patotas privadas".
La información oficial indica que alrededor de 6 mil postes de luz fueron derribados por los vientos del miércoles pasado por la noche. Se afirma que los muertos por la tormenta llegarían a 17. Dicen desde fuentes de prensa de la provincia de Buenos Aires, que se está trabajando a destajo para restablecer los servicios de energía eléctrica y agua en las zonas afectadas. Desde anoche la Presidenta de la Nación ordenó a las Fuerzas Armadas colaborar en la ayuda humanitaria con los intendentes de la provincia. La información oficial también indica que la empresa Edenor está trabajando en las zonas que fueron afectadas por el temporal y ayudando a los damnificados.
Lo cierto es que el humo de las esquinas incendiadas en casi toda el área metropolitana llegó anoche a la Ciudad de Buenos Aires. Y que desde la localidad de Merlo la Infantería desalojó rápidamente la Vía de los Patitos y ruta 7, impidiendo el ingreso de cámaras al barrio Pompeya, desde donde venían los primeros rumores de saqueos.
Sin embargo, en la localidad de Moreno los rumores se fueron tornando realidad y me confirmaron que se habían llevado a cabo por lo menos dos saqueos a supermercados chinos. Es cierto también que las calles de Merlo y Moreno están a oscuras desde hace más de dos días. Que la falta de electricidad y sobre todo de agua potable aumentó la preocupación de la población. Y que la Municipalidad está rodeada con camiones que cargan vallas de protección para cercar el municipio en caso de ser necesario.
No hay a quién preguntarle, ese es la cuestión. No se cuenta con electricidad, por lo tanto tampoco se sabe qué dicen los medios.
Un oficial de la Policía Federal del barrio de Pompeya —a quien le dieron el día para que se quede protegiendo a su familia— me confiesa: “Acá me quedo a cuidarlos a ellos, uno no sabe cómo sigue la cosa”. Yo quise decirle que casi que no había medios, que apenas algunos pocos se encontraban contando lo sucedido desde las esquinas oscuras por las que estábamos caminando, que las fogatas rodeadas de personas estaban llenas de preguntas, que los rumores de posibles saqueos nocturnos a los medios no les estaba interesando. No a los medios grandes, ni a los medios viejos.
En Francisco Álvarez, una vecina me contó que pagó 22 pesos cada vela y que le vendían de a una sola por persona. Me dijo también que la botella de agua mineral de litro y medio se la vendieron a 30 pesos (su costo es cinco). Me dijo también que la razón por la cual se las vendían a ese costo era porque si no, podría venir una sola persona y comprarlas todas, y salir a revenderlas.
En Francisco Álvarez la calle principal es Semana de Mayo y parece la foto de una película de ciencia ficción. Árboles caídos sobre postes de luz sostenidos por cables. Cables que cuelgan y se apoyan sobre el asfalto. Hojas y ramas tiradas en medio de la oscuridad, como la soledad que sienten los vecinos cuando no ven a nadie que les brinde una respuesta.
El Teniente Primero Aguilar me dice que los reclamos de la sociedad caen sobre él y su compañero, únicos dos policías que pudieron verse. Me dice, subiéndose al móvil policial, que el que tiene que aparecer es el Intendente, porque ellos se “comen todos los cachetazos”. Me lo indica justo antes de subirse al vehículo y esquivar a toda velocidad una ambulancia que atiende a una anciana y a dos móviles de los Bomberos de Moreno que actúan en Francisco Álvarez.
Acaba de incendiarse una casilla. Aparentemente cayó una vela sobre un mantel que lanzó la llama hacia un sillón que terminó prendiendo una de las paredes. La casilla que se había mantenido en pie luego de la tormenta ahora esta consumiéndose mientras el olor se mezcla con las fogatas que los vecinos arman en las esquinas para iluminar las calles, para juntarse, mirarse, charlar. De la propiedad incendiada solo la anciana fue atendida por la ambulancia que llegó en no más de media hora.
Alguien me dice que a unas cuadras estaba la moto del hombre de 37 años muerto en la noche de la tormenta. Me cuentan que iba en ella cuando perdió el control y que una chapa que volaba lo atravesó. Me narran que al cadáver se lo entregaron a su mujer a las 6:30 de la madrugada del viernes, que solo lo pudieron velar tres horas y a las 09:30 lo enterraron. Que apenas pueden entender lo que pasa porque todo está muy confuso. Me cuentan mil historias de muerte. Me confirman desde Bomberos que en Álvarez hay cuatro muertos: dos adultos y dos menores.
Desde el fondo de un casa sale corriendo Ana, que me ofrece fotos que sacó su hija. Me pide que la pase a buscar al otro día a la mañana y que por favor lleve una computadora con batería. Me dice también que los countries de la zona tienen electricidad. “¿Qué, cómo es eso?”, le pregunto sorprendido. Luego me informan desde Cruz Roja que la empresa Edenor otorgó generadores a esos barrios privados y que los alrededores están iluminados.
A la vuelta, todo es confusión. Me apuntan que un tal “Daniel Scioli” habría estado hablando en los medios sobre el partido de futbol de Racing-San Lorenzo, que había sido un discurso plagado de frases hechas y que no había terminado por dar ninguna información clara.
Mi teléfono tiene mensajes de muchos amigos contando situaciones similares. Que una puerta, que medio techo, que la luz, que el agua, que la versión de la versión de inminentes saqueos, que la Pascua, que la casa está a oscuras y desordenada.
Esta crónica recién empieza.

Rubén Matos
Twitter: @rubenmatos


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